A Don Ramón Emilio Valdés Amaro se le olvidó la vida en esa excursión última a través de la peor de las enfermedades degenerativas. Así, sin más, se apagó y se llevó consigo toda la nostalgia acumulada de su islita, aquella del Caribe que vió la luz de su música, su piano, sus amigos y aquel mambo rumboso llamado La rareza del siglo. Luz delicada del extraño rincón, para un cubano, al que fue a parar: Suecia y los mares del norte. Cuando la vida se pone antojadiza se convierte en parodia y en Don Ramón Emilio Valdés todo fue una pantomima burlona. Como las caderas del Babbaro del Ritmo, Benny Moré, con quien disfrutó cuando todo era mucho más real y natural. Hijos, nietos y demás familia ya le perdieron hace muchos, demasiados años. Ahora lo perdió el mundo y uno se pregunta si eso es más importante.
lunes, 1 de abril de 2013
Bebo
A Don Ramón Emilio Valdés Amaro se le olvidó la vida en esa excursión última a través de la peor de las enfermedades degenerativas. Así, sin más, se apagó y se llevó consigo toda la nostalgia acumulada de su islita, aquella del Caribe que vió la luz de su música, su piano, sus amigos y aquel mambo rumboso llamado La rareza del siglo. Luz delicada del extraño rincón, para un cubano, al que fue a parar: Suecia y los mares del norte. Cuando la vida se pone antojadiza se convierte en parodia y en Don Ramón Emilio Valdés todo fue una pantomima burlona. Como las caderas del Babbaro del Ritmo, Benny Moré, con quien disfrutó cuando todo era mucho más real y natural. Hijos, nietos y demás familia ya le perdieron hace muchos, demasiados años. Ahora lo perdió el mundo y uno se pregunta si eso es más importante.
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