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Diseño cartel: García Jiménez |
El Cine Carlos III estuvo libre aquellos tres días de noviembre, por lo que la aventura del año anterior, idas y venidas, quedó definitivamente destinada al recuerdo. Lo que ocurrió en esa edición fue que aunque el listón había quedado muy alto en 1984 el encuentro anual de jazz se había convertido ya en algo incuestionable; además, los organizadores, la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Albacete y yo mismo, estábamos de subidón. No había marcha atrás.
Aún así, los recortes, los malditos y jodidos recortes de toda la vida, me habían dejado con los mismos tres millones de pesetas con que empezamos en 1980 y con los que tendría que negociar cada año hasta que en 1990 no es que llegara otro recorte, llegó el navajazo final (“Al jazz siempre vais los mismos”). Desde Madrid tampoco ayudaban mucho, por lo que tuve que prescindir de un día de concierto si queríamos ver en Albacete a Art Blakey con sus renovados Jazz Messengers. Entendí que traer al veterano batería sería una ocasión única de verle y, porqué no decirlo, cuando ya estaba en sus últimos manoteos de baquetas: “¡Su última actuación fue en Albacete, una pequeña capital del sureste español!, dirían las revistas especializadas. Afortunadamente para el mundo, y no es la primera vez que me ha pasado, me equivoqué en mis previsiones vitales y Blakey duró otros cinco años más, eso sí, con los fogones a medio gas, las puertas del cielo abiertas de par en par y los conserjes esperándole en la entrada con traje de gala.
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Art Blakey |
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T.Blanchard y los Jazz Messengers en 1985 |
La cuota nacional que ya tocaba la ocupó el guitarrista valenciano Carlos Gonzálvez, considerado esos días el número uno de España. Gonzálvez había tocado hasta entonces con todo lo mejor que se movía en el país, incluidos los residentes foráneos: Montoliú, claro, Pedro Iturralde, Horacio Fumero, Jorge Pardo, Jean Luc Vallet, Peer Wyboris, Lou Bennet, Buddy Tate, David Schnitter, etc. Al Cine Carlos III llegó con Fabio Miano de pianista, Salvador Faus de contrabajo, Paco Aranda de batería y la cantante de color Marti Mabim, algunos de ellos habituales durante mucho tiempo en las fregadas noches del Café Nido de Arte. Tradicionalista de la mejor escuela (pongamos un cincuenta por ciento de Wes Montgomery y otro de Jim Hall) ofreció un concierto exquisito que sirvió para presentar en sociedad a los acompañantes que veríamos tantas veces después en Albacete. Gonzávez es de los que no tocan, limpian la guitarra y en aquel momento fue de los que sirvió para indicarnos que España estaba sacando los codos para posicionarse en un lugar preferente en el jazz.
El jueves 7 de noviembre llegó otra vez el blues. También tocaba ya, después de la impresionante noche del Capitol dos años antes con Magic Slim. El encuentro esta vez fue con Johnny Copeland, un sureño del 38 criado a las faldas de Big Mama Thorntorn y de Sonny Boy Williamson a quien acompañó muchos años a la guitarra. Su estilo era tejano y vivió durante mucho tiempo con un latiguillo que sobre él dictó otro de los clásicos, Lightnin´Hopkins: “...Johnny puede cantar el blues tan bien como cualquiera de nosotros..., con ese bonito sonido de Texas” había dicho el bluesman. Copeland estuvo asistido por Yuses Iaucey a la trompeta , Bert Mugowan al saxo tenor (eso es blues), Kewwy Vangec al piano, Michael Merritt al bajo y Tumod Duwhite a la batería, todos como el betún. Clásico y esplendoroso, su concierto fue como una tormenta de feeling y blues del norte, de Chicago, de los que te acercan a figuras como Muddy Waters o, mejor, B.B. King. Poderoso, de esos que te hacen terminar un festival con la sonrisa y el ritmo metido en el cuerpo.
Gran tipo, simpático y cercano...y americano hasta las cejas. Cenamos en un sumidero de hamburguesas donde descubrió, puedo pensar que para el resto de su vida, la tortilla española. No tenía ni idea a qué podría saber aquello hasta que le convencí de que era una de nuestras señas de identidad gastronómica (dadas las circunstancias) y acabó comiéndose una tortilla entera, el solito, perdón: guardó un trozo envuelto en una servilleta de papel en un bolsillo de su chaqueta por si la noche se alargaba (entre grandes carcajadas). Unos años después, le vi anunciado con gran parafernalia en el Lone Star de Nueva York y estuve a punto de llevarle una tortilla para recordar tiempos.
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Con Art Blakey. Camerinos Carlos III. 1985 |
Art Blakey murió en Nueva York, el 16 de octubre de 1990.
Johnny Copeland murió el 3 de julio de 1997
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